domingo, 3 de febrero de 2008

Las armas en la moneda ibérica

El poder bélico ha sido una de las máximas potencias de la historia y su importancia ha sido crucial. La inigualable eficacia de los ejércitos romanos ante sus enemigos, desde su aparición en una ciudad a orillas del Tiber, fue debida a su férrea disciplina y a la asimilación, sin perjuicios, de las tácticas y armas del enemigo.
Junto a los importantes cambios realizados por los romanos a nivel organizativo, táctico y armamentístico que dejan a ejércitos mucho más numerosos muy atrás, vemos a las legiones como una extensión natural del propio pueblo romano, lo cual es de suma importancia para su propio funcionamiento y efectividad. En este orden de cosas hay que destacar dos hechos muy importantes para que todo esto fuera así: por un lado la creación del campamento militar: durante la noche el ejercito se entrega al sueño protegido por un foso y una muralla de estacas de madera. Esta manera de fortificar el campamento constituyó una de las más importantes fuerzas tácticas de los romanos y siendo extensión del pueblo, el ejército, toma la ordenación de la ciudad romana para construir sus campamentos. Por otro lado la ordenación en manipulas de sus cohortes, dando al ejército una movilidad y un apoyo decisivos.
A diferencia de los ejércitos griegos donde el soldado podía presentar queja formal sobre las tácticas de los estrategas y llegar, con esto, a provocar el constante cambio de generales al frente del ejército, los romanos dan a un sólo hombre elegido por el pueblo el IMPERIVM: el mando supremo sobre las fuerzas militares desplegadas. De esta forma se provoca el control total sobre las unidades y sus tácticas, convirtiéndolas en máquinas de guerra de respuesta unitotal.
Minifundistas y latifundistas enfrentados en el seno de la República, luchando codo a codo contra los enemigos de Roma. Una paradoja que hace de esto algo único y que llevo a Roma a la cumbre de la civilización antigua.
Así el Senado queda como cuerpo político supeditado a las decisiones de las tribus, del pueblo - ejercito. Por que en Roma a las asambleas sólo acuden a tomar decisiones aquellos que pueden empuñar las armas. Porque "pueblo" para nosotros tiene más bien connotaciones pacifistas y culturales. Pero el POPVLVS romano era todo lo contrario: un ejercito en potencia dispuesto a la lucha con las armas del agricultor.
Vistazo general al armamento romano e indígena

En el año 218 a. C. un ejercito romano desembarca en Ampurias con la misión de cortar los suministros al ejercito de Aníbal, el cual se dirige hacia Italia. Este es el primer contacto de un ejercito romano con las tierras Hispanas y con sus gentes, y más tarde empiezan las acuñaciones hispano romanas de moneda, para abastecer a las tropas en servicio en la península. Ampurias acuña desde hace tiempo con los griegos.

Por aquellos tiempos la fabricación indígena de armas se limita a un nivel meramente personal. No hay producción a gran escala. Posiblemente sea a nivel tribal, como máximo. Pero esto pronto cambia con la llegada de los romanos, que rápidamente organizan la producción a nivel industrial poniendo en marcha la explotación minera a gran escala. En un primer momento los collegia opificum viajan a retaguardia de las legiones, pero a medida que el dominio romano se extiende y se asienta en la península estas corporaciones buscan emplazamientos fijos en lugares bien abastecidos de materia prima. Con lo cual pronto se forman a su alrededor núcleos poblados que toman rápidamente importancia comercial.

Así pues, la fabricación de armamento, los obreros de los collegia opificum, se llamaban metallarii y aunque estos tenían gran experiencia, en Hispania, aprendieron nuevos procedimientos para el templado del metal mucho más efectivos. Que en un primer momento dieron clara ventaja a las armas indígenas, no sólo por los métodos de fabricación sino por las características propias de las armas que las hacían más efectivas que las romanas debido a las estrategias de lucha que venían asociadas a la conformación física del territorio Ibérico.
La explotación de hierro en la península Ibérica puede remontarse alrededor del año 700 a. C., cuando se aprendió a fundir los metales. El trabajo sobre el hierro en la Celtiberia procedía de Bílbilis y Turiaso, cerca del Moncayo y a orillas del río Jalón. Otra zona importante de explotación minera fue la región de Cantabria y de menor importancia fueron Cataluña y Andalucía. Pero, según Marcial, la importancia de las armas celtibéricas respecto a las demás radicaba en su temple, el cual se conseguía gracias a la facultad de los ríos para enfriar y templar su hierro.
Aparte de esas cualidades del temple en el hierro celtibérico, hasta Roma también llegó la técnica de los herreros ibéricos en trabajarlo y así, con esa fama casi mítica, no tardó mucho el ejército romano en adoptar la espada ibérica (gladius hispaniensis) por aquellos tiempos del final de la segunda guerra Púnica.

Hasta nuestros días ha llegado el testimonio de Polibio, el cual dice que la mayor parte de los legionarios iban equipados con un pectoral de bronce, un escudo rectangular (scutum), el gladius hispanicus, canilleras y con un casco de bronce. Como el material del cual iban equipados era pagado por el propio soldado, también había diferencias según el status social que mantuvieran.
Los hastati y los princeps estaban armados con dos pesadas jabalinas o pila, mientras que los triarii llevaban la pica, lanza o asta. Los infantes pesados disponían, generalmente, de un escudo de forma alargada, de la ya mencionada espada hispánica, de casco y canilleras que protegían desde el empeine del pie hasta por debajo de la rodilla.
En tiempos de César, gracias al conjunto de libros del llamado Corpus Caesarianum, sabemos que el legionario tenía como armamento ofensivo reglamentario el pilum y la espada.
También dentro del ejercito romano existía un cuerpo no mencionado hasta ahora que estaba formado por soldados no romanos: los auxiliares extranjeros. En el caso del éxito en el reclutamiento de tropas en Hispánia, los romanos tuvieron suerte irregular. En un principio y bajo el pretexto de combatir a los cartagineses, los cuales tenían presencia en la península antes que los romanos y de las promesas de que una vez los cartagineses fueran expulsados, los romanos se retirarían, estos consiguieron atraer a cierto número de íberos. Pero una vez los Púnicos vencidos, los romanos empezaron la conquista de Hispánia y aquí también empezaron sus problemas en el reclutamiento de tropa indígena.
Pero ¿cuál fue el armamento del auxilia?. En un principio podemos afirmar que el principal armamento de este cuerpo militar era arrojadizo. Compuesto de hondas de diferente longitud para conseguir diferentes alcances y el arco, por el cual hay controversia en cuanto a la distancia de alcance. Según diferentes opiniones, el arco y su uso no era muy extendido. De todas formas, su uso vendría dado por la necesidad estratégica y esto lo demuestra la cantidad de hallazgos de puntas de flecha, como por ejemplo los de Osuna, donde se encontraron gran cantidad de ellas y que podrían clasificarse en cuatro tipos principales y con un tamaño que está entre los 6 y los 8 centímetros.



En este caso su producción es indudable que fue local, hispana o lusitana, existiendo gran número de fuentes que acreditan la existencia de gran cantidad de arqueros entre las tropas auxiliares del ejercito de Pompeyo. Según las opiniones citadas anteriormente, la distancia de alcance de las flechas era de entre cien y doscientos metros. Los hay que afirman que el arco antiguo no podía lanzar las flechas más allá de los 90/100 metros. En todo caso, las tropas auxiliares y su armamento eran un complemento ideal de la pesadamente armada infantería.
La honda tuvo en el ejercito romano de esa época un papel tan importante como el arco y la flecha. Lo demuestra la gran cantidad de hallazgos de proyectiles de honda encontrados en los puntos donde se entablaron batallas. Estas piedras en forma de glande (también estos glandes manufacturados en plomo), han servido para datar el yacimiento, ya que muchas de ellas llevan abreviado el nombre, como imperator, del mayor de los hijos de Pompeyo,Gneo. Además de las inscripciones pompeyanas, existen ejemplares con leyendas muy diversas, incluyendo el numero de la legión a la que pertenecían. Como nota curiosa diremos que dichos glandes, en ocasiones llevan inscritos mensajes propagandísticos, e incluso insultos al enemigo.
Pero los soldados que formaban los cuerpos auxiliares no eran exclusivamente infantería ligera, ya que los hallazgos en la península ibérica son numerosos en cuanto a un modelo de sable indígena, llamado antiguamente machaera. Las ventajas de esta espada falcata sobre otros modelos es bastante importante, ya que su manejo era muy versátil en cualquier tipo de combate, puesto que podía golpear tanto lateralmente, como lanzar estocadas frontales, y dado su tamaño, el guerrero tomaba ventaja en las distancias muy cortas con el enemigo.
En las anteriormente citadas excavaciones de Osuna, también aparece otro tipo de arma que se ve reflejada en la moneda: el tridente.
En lo que se refiere al armamento de tipo defensivo, tanto los arqueros como los honderos, pertenecían a la clase o categoría de los inermes, o sea, guerreros ligeros desprovistos de armadura, pero el resto de tropa auxiliar es claro que no pertenecían a esta categoría y se distinguían entre sí por el tipo de escudo que llevaban.
En cuanto a la caballería auxiliar y su armamento ofensivo, además de los arqueros que sólo aparecen encuadrados en las expediciones romanas al oriente y entre los númidas, el resto parece que tenía un armamento constituido por una lanza y una espada, el gladius hispaniensis que es lo mismo que utilizaba, parece ser, la caballería regular y más aun: posiblemente los ejércitos permanentes utilizaban las mismas armas que los auxilia nativos en un intento de unificar las legiones en cuanto a armamento ofensivo de su caballería.
El armamento defensivo de la caballería difiere según la región. No hay duda que en las regiones orientales de la República la caballería usaba coraza siguiendo la tradición griega, pero Roma no copió en este caso este sistema y aunque en Hispania podían llevarse corazas, estas eran muy diferentes. Pero de todas formas este detalle no se ve reflejado en la numismática, en la que el jinete porta escudo de cuero, como posiblemente también está elaborado el traje, arma y casco.
Sobre los cascos utilizados, a diferencia de los célticos y los romanos de tipología regular, los hispanos tienen formas distintas, detalle este que puede observarse perfectamente en la numismática.
En cuanto a la artillería de los romanos sabemos que era utilizada para lanzar piedras, flechas o masas sólidas. Las máquinas de artillería se pueden clasificar fácilmente ya que el vocabulario romano utiliza sólo cuatro palabras para diferenciarlas: la balista, la catapulta, el scorpio y el onagro.


Las armas aparecidas en la numismática ibérica

Si sumanos todos los hallazgos que se han producido hasta el momento en cuanto a moneda ibérica, sólo podemos distinguir entre tres tipos de espadas y uno de puñal, bastante diferentes unos de otros.
La espada corta puede verse bien definida en los denarios de Bascunes, y generalmente aparece bien recta en la mayor parte de los ejemplares hallados.


No obstante, en escasos cuños presenta una ligera curvatura que posiblemente sirve para adaptar la espada a la propia curvatura del flan monetal.


En este orden de cosas, sólo podemos afirmar que se trata de una espada corta y ligeramente curvada de la cual no nos consta se hayan encontrado ni en las excavaciones arqueológicas, ni se da reseña en las fuentes literarias de la época. En cuanto al armamento de las tribus del norte de la península no creemos que emplearan espadas tipo a la gala de La Téne, ni de tipo falcata, ni las de tipología antenada. Si nos limitamos a la espada aparecida en sus monedas, hallaremos sólo esta, incluso en las acuñaciones de bronce de las mismas cecas.



La espada falcata no aparece como elemento ofensivo del jinete íbero en ninguna moneda, si exceptuamos el caso dudoso aquí expuesto. Por otro lado, si que aparece esta arma en cuños donde sólo se muestra en forma individualizada.


Entre los elementos más relevantes de la Cultura Ibérica se encuentra sin duda la falcata, una espada de hierro, de aspecto elegante, en forma de sable, de hoja ancha, curva y asimétrica; casi siempre, con doble filo en la punta. A menudo, las falcatas se decoraban con damasquinados en hilo de plata, figurando motivos vegetales, geométricos, zoomorfos e incluso representaciones de cabezas humanas e inscripciones en lengua ibérica. Una de las más bellas y famosas falcatas que han llegado hasta nosotros es este ejemplar procedente de Almedinilla (Córdoba). Se trata de una espada de hierro de 59 centímetros de longitud, carente de filo dorsal y con empuñadura forjada en forma de cabeza de caballo adornada con ricos motivos geométricos de plata. La hoja está surcada de profundas acanaladuras, que permiten aligerar su peso. Cerca de la punta está decorada con una pequeña ave de hilos de plata que parece surgir de una planta. Esta falcata fue hallada por Luis Maraver y Alfaro en 1867 durante las excavaciones de la necrópolis ibérica de Los Collados (Almedinilla), junto al poblado del Cerro de la Cruz. Desconocemos el ajuar de la tumba a la que perteneció, pero, como ocurre en otras sepulturas ibéricas, es posible que junto a ella hubiera otras armas, como una lanza y un soliferreum, propias del equipo militar o panoplia de los antiguos íberos.





Hay un problema que relaciona al pilum y a la lanza y es que en la mayoría de los casos, estas dos armas son muy difíciles de distinguir en las monedas. No así con el soliferrum que siempre aparece con unas características uniformes y bien diferenciadas. Aunque muchos parámetros hay que tener en cuenta al examinar una moneda, entre ellos el propio estado de conservación de la misma, aplicamos un criterio a la hora de distinguir el pilum de la lanza aplicando las descripciones que hasta nosotros han llegado de dichas armas. Entendemos pues que el pilum está dividido en tres partes iguales y que aparecen bien distinguibles en algunas acuñaciones: la punta férrea, el vástago férreo incrustado en la madera y el propio mástil de madera.




En este denario de Bolskan vemos como el arma se divide en tres partes claramente diferenciadas: la parte trasera acaba en un glóbulo y es más gruesa que la central, mientras que la punta es también más gruesa, mostrándonos así un jinete empuñando un pilum. Estas monedas, más que mostrar la forma en que los jinetes ibéricos lanzeaban, hacían de escaparate de las armas utilizadas por estas tropas auxiliares. Como en las monedas acuñadas por Carisio en Emérita que muestran trofeos y diversas armas utilizadas por dichos auxiliares ibéricos de las legiones romanas.

En cuanto al soliferrum se trataba de un arma de tipo ofensivo parecida a una lanza, como podemos apreciar en los tipos monetarios de la ceca de Emérita Augusta, en la cual se aprecia claramente esta arma. También hay emisiones de Ikalgusken en las que aparece como única arma portada por el jinete, junto al escudo redondo. Pero centrándonos en la moneda de Emérita cuyo anverso es el busto de Augusto, podemos ver que se trata de un trofeo hecho con armas de los íberos, sin duda procedentes de las guerras cántabras relacionadas, como ya hemos dicho anteriormente, con la fundación de la propia ciudad. En ella podemos apreciar que el trofeo está compuesto por un conjunto piramidal formado por escudos redondos (caetras) y diversas armas entre las que destacan un par de soliferrum de aguda punta y de aproximadamente un metro y medio de longitud empuñados por la figura superior, la cual también sujeta una caetra.



Podemos hacer una clasificación en cuanto a los tipos de casco que aparecen en la moneda hispano-romana. Estos serían de tres tipos bien determinados: por una lado tenemos uno de tipo redondo, el cual carece de visera y terminado en glóbulo. Por otro lado tenemos el casco cónico de ancha visera, y por último, las características particulares del tercero se encuentran en su larga cimera o penacho.






El escudo pequeño o caetra, es lo que a escudos se refiere, el que aparece con aplastante profusión en la moneda ibérica y tiene una gran expansión en talleres de variada localización en nuestra geografía, aunque la mayor parte de las monedas donde aparecen fueron acuñadas en la parte meridional de la Península.La hoz de guerra o falx aparece escasamente en la moneda de bronce ibérica y no se conocen emisiones en plata en las que aparezca dicha arma. En las monedas de bronce donde aparece, se caracterizan por un arte muy bárbaro.
El uso del falx parece representativo de algunas tropas auxiliares, reclutadas en el Norte y pertenecientes a pueblos o tribus del valle alto del río Ebro. La tosquedad del arte en los anversos llega extremos limites en algunos talleres que acuñaron moneda en la que aparecía esta arma y situados en la misma región geográfica. Los cuños de más calidad los encontramos en Oilaunicos y Turiaso.
En cuanto al venablo se confunde con el soliferrum del cual ya hemos hablado. El venablo es un arma corta que puede llegar a confundirse con una palma, pero a diferencia de ésta, el venablo no se lleva sobre el hombro. Su forma es parecida a una palma, ya que va provista de barbas en sentido inclinado y su longitud debería estar muy cercana a los 75 centímetros y era empuñada tal como una espada. En su conjunto, esta arma arrojadiza se asemejaría a una banderilla de las que se usan actualmente en la lidia de los toros, poco mas o menos tendría la misma longitud y sus barbas debían ser metálicas, aunque el que no hayan aparecido podría conducirnos a pensar que las mismas podrían haber sido de un material perecedero, como la madera endurecida al fuego.

Con respecto al bipennis no hay ninguna duda del uso extendido de esta arma ofensiva por las tribus íberas, y su identificación como doble hacha aparece confirmada por el denario de Augusto con la misma figuración. En este orden de cosas no es posible continuar confundiendolo con un martillo, como hacen algunos comentaristas del tema.



Así pues, en definitiva, no podemos decir que exista una clara homogeneidad de tipos armamentísticos dentro de la cultura ibérica: Levante, Cataluña, Valle del Ebro y Andalucía Oriental presentan cada una panoplias distintas aunque relacionadas; sólo la Bastetania y la Contestania presentan una panoplia típicamente 'ibérica' diferente de la de las regiones citadas. Además, dentro de cada uno de los tipos del Sureste existe una notable variedad tipológica, debido al carácter local y artesanal de la mayoría de la producción, que facilitó las variantes locales en la forja. Sólo determinados productos de lujo, como las falcatas damasquinadas o los umbos de escudo repujados antiguos presentan una gran homogeneidad supra-regional e incluso se extienden por toda la Penínula Ibérica, debido al buen trabajo de algunos talleres centrales especializados, más probablemente, al de armeros, herreros y orfebres itinerantes.

  • Bibliografía

De Guadán, A. M., Las armas en la moneda ibérica, Editorial Cuadernos de Numismática.


Villaronga, L., Denarios y quinarios ibéricos.


García Bellido y Cruces Blázquez, Diccionario de cecas y pueblos hispánicos, CSIC.



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¡Victoria y Trofeos!

Los generales de las legiones romanas en ocasiones recompensaban a sus soldados con coronas que se realizaban en ceremonias solemnes con ocasión de la entrada triunfal que se hacía en Roma después de ganar una importante batalla.
La más valorada de esta clase de coronas era la de césped conocida con el nombre de corona gramínica, que se otorgaba al combatiente que había salvado al ejercito de algún peligro o a un ciudad sitiada en cuyo caso se denominaba obsidional que representaba el suelo ganado por las armas, la conquista del territorio.
La corona cívica era la más preciosa después de la anterior y se daba aquel que había arrancado del enemigo a un ciudadano romano a condición que el salvador fuera también romano. Primeramente se hacía de carrasca y después de la encina consagrada a
Júpiter y los que la merecían quedaban autorizados de llevarlas toda la vida y honraba a su persona, a su familia y a la posteridad.
La corona mural que desde siempre fue de oro y estaba almenada la concedía el general de las legiones romanas al guerrero que primeramente saltase una fortaleza defendida por el enemigo.
La corona castrense se concedía al que durante la lucha fuera el primero en entrar en el campo enemigo.
La corona naval se daba el primero en abordar un buque enemigo.
También decir que los romanos solían representar con una corona la
Victoria y también con una palma, emblemas del premio destinado a los triunfadores y asimismo la representaron los antiguos inscribiendo el nombre del triunfo en un escudo. La Victoria fue un amigo fiel de las guerras en que lucharon las legiones romanas y conservaron la tradición griega de la Niké y en el Palatino se adoraba a una diosa de la Victoria. Postumio en el 294 a. C. construyó otro templo a la Victoria y en el Capitolio fue erigido una serie de Victorias todas ellas modeladas conforme al estilo griego de la diosa y que fueron ofrecidos a Roma por los triunfadores romanos o por reyes extranjeros.
No tardaron en establecerse Juegos en honor de la Victoria para perpetuar el recuerdo de algunas batallas como la del 27 de Octubre de P. Colina y la del 20 de Julio por la Batalla de Farsalia. Tras la Batalla de Actium Augusto dedicó una estatua a la diosa más una imagen en bronce dorado en la Curia Julia que tuvieron culto especial en los funerales de Augusto y se la nombró protectora del Senado. Se hicieron también monumentos especiales a perpetuar el recuerdo de algunas victorias y la Diosa aparece en monedas, Trofeos y Arcos de Triunfo y se la representaba también en un carro, volando, sentada y con una palma en la mano.
Juntamente con la adoración a Virtus o Victoria, Honor era la personificación del Honor en Roma como un caballero joven coronado de laurel pues se entendía que ésta era la recompensa de aquella y el primero dedicado al Honor fue en la Puerta Latina en el 233 a. C. También se construían monumentos para perpetuar los grandes hechos militares de la legión romana y aparecían bustos con las dos divinidades citadas la Victoria y el Honor.
Con ocasión de estas victorias alcanzadas y más tarde de los Triunfos celebrados en Roma se erigieron muchos Trofeos que fueron:
Permanentes verdaderos monumentos levantados en el teatro mismo de la batalla ganada y victoria por tanto conseguida y si había sido conseguida en combate naval levantada en la punta de tierra más inmediata al lugar del suceso.
Provisional para figurar solamente en la fiesta del Triunfo de Roma.
Primitivamente se ataba a un tronco de árbol y suspendiendo de sus ramas algunas armas pertenecientes al vencido. Posteriormente obras de arte en mármol o bronce destinadas a perpetuar el recuerdo de la Victoria en la que había sido el campo de batalla.

Los romanos no obstante preferían a los Trofeos provisionales levantados en el entusiasmo de la Victoria los monumentos que perpetuaban en Bajo-Relieve los hechos de armas de sus legiones y de sus generales y entre estos Relieves figuran los trofeos de Armas y normalmente en el centro de estos monumentos un tronco de árbol cubierto con una coraza coronado por un casco y con una espada y un escudo y ponían al pie del tronco despojos de todo género, donde colocaban una Victoria.
De las disposiciones artísticas de esta clase de Trofeos dan cuenta lo siguiente:
Los relieves de los Arcos triunfales como el de Orange
Relieves que decoran algunas armas y monedas como las acuñadas por el emperador Tito con la inscripción IUDAEA CAPTA tras su conquista de Judea.
Piedras grabadas
Trofeo de piedras que decoran edificios públicos como los trofeos llamados de Mario balaustrado del Palacio de la Conservación de Roma y perteneciente a la época del emperador Trajano.


En España Pompeyo Magno hizo erigir en las cumbres de los Pirineos trofeos cuando terminó la guerra pretoriana con la victoria sobre el ejercito de Mario Perpena y las destrucciones de las heroicas ciudades de Osma y Calahorra. Salustsio, Estrabón y Plinio el Mayor hablan de dichos Trofeos cuya inscripción votiva decía que Pompeyo había subyugado 876 ciudades desde los Alpes hasta los límites de la España Ulterior. No existe rastro alguno de este Trofeo que probablemente contendría, ya que no los nombres de dichas ciudades ya que como observa un erudito llamado Hurner no parece verosímil una lista de las gestas ibéricas entonces vencidas como más tarde hizo Augusto respecto de las gentes de los Alpes en el Trofeo que levantó a consecuencia de la victoria alcanzada sobre ellos.
También decir que a Roma fueron a parar tesoros de todas las partes llevadas por generales que volvían victoriosos de tierras extrañas y la exhibición de tales riquezas era uno de los atractivos de los famosos Triunfos y en el de Tito, uno de los principales Tesoros fue el del
Templo de Jerusalén, juntándose por tanto en Roma las piezas más preciadas de Cartago, Illiria, Grecia, Galia, Iberia, Egipto, Siria, Palestina, Armenia, Persia, Germania, Dacia, Partia y de los Escitas.

La Guerra de Troya

La Guerra de Troya fue un conflicto bélico en el que se enfrentaron una coalición de ejércitos aqueos contra la ciudad de Troya (también llamada Ilión), ubicada en Asia Menor. Según el mito, se trataría de una expedición de castigo por parte de los aqueos, cuyo principal motivo había sido el rapto de Helena de Esparta por el príncipe Paris de Troya.
Esta guerra es uno de los ejes centrales de la
épica grecolatina y fue narrada en un ciclo de poemas épicos de los que sólo dos han llegado intactos a la actualidad, La Ilíada y La Odisea, atribuidas a Homero. La Ilíada describe un episodio de esta guerra, y La Odisea narra el viaje de vuelta a casa de uno de los líderes griegos. Otras partes de la historia y versiones diferentes fueron elaboradas por poetas griegos y romanos posteriores.
Los antiguos griegos creían que los hechos que Homero relató eran ciertos. Creían que esta guerra había tenido lugar en los siglos
XIII-XII a. C., y que Troya estaba situada cerca del estrecho de los Dardanelos, en el noroeste de la península de Anatolia (actual Turquía). En tiempos modernos, tanto la guerra como la ciudad eran consideradas mitológicas.


En 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann excavó la colina de Hisarlik, donde creía que estaba la ciudad de Troya, hallando los restos de la antigua ciudad de Ilión, que existió hasta el siglo I a. C. y bajo la cual halló otras ruinas, y debajo de éstas, otras más. Cada una de estas ruinas daba lugar a los restos de distintas ciudades que parecían haber sido habitadas en épocas distintas. Schliemann había ido para hallar la Troya homérica; pero en el curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas, y más tarde otras dos. Sin embargo, quedaba por decidir cuál de estas diez ciudades era la Troya de Homero. Estaba claro que la capa más profunda, Troya I, era la prehistórica, la más antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la capa más a flor de tierra, Troya IX, tenía que ser la más reciente, guardando los restos de la Nueva Ilión, donde Jerjes y Alejandro Magno habían sacrificado a los dioses.
Algunos historiadores creen que la Troya VI o la VII fueron la ciudad homérica, porque las anteriores son pequeñas y las posteriores son asentamientos griegos. Otros historiadores creen que los relatos de Homero son una fusión de historias de
sitios y expediciones de los griegos de la Edad del Bronce o del periodo micénico, y no describe hechos reales. Los que piensan que los poemas épicos de la guerra de Troya derivan de algún conflicto real, lo fechan entre 1100 a. C. y 1300 a. C.

Antecedentes. El Juicio de Paris

Zeus se convierte en rey de los dioses tras destronar a su padre Crono; Crono a su vez había destronado a su padre Urano. Zeus escucha una profecía en que él a su vez será destronado por uno de sus hijos. Otra profecía dice que un hijo de la ninfa Tetis sería más grande que su padre. Posiblemente por alguna de estas razones, Tetis se casó por orden de Zeus con un mortal, el rey Peleo. Peleo y Tetis tuvieron un hijo llamado Aquiles quien, según otra profecía, moriría joven en Troya. Con la esperanza de protegerle, cuando era un niño su madre lo bañó en el río Estigia, haciéndolo invulnerable excepto en el talón por donde lo sujetó.
Todos los dioses fueron invitados a la boda de Peleo y Tetis, excepto
Eris. Ésta se presentó de improviso en la boda y dejó sobre la mesa una manzana de oro en la que estaba inscrita la palabra Kallisti, (para la más hermosa). La manzana fue reclamada por Hera, Atenea y Afrodita. Zeus resolvió. La mujer más bella del mundo era Helena. Era hija de Leda, la cual estaba casada con Tíndaro, rey de Esparta, y fue seducida por Zeus en forma de cisne; los informes difieren sobre cuáles de los cuatro hijos de Leda lo eran de Zeus y cuáles de Tíndaro, pero Homero presenta a Helena como hija de Zeus.
Helena tenía muchos pretendientes, y Tíndaro estaba poco dispuesto a elegir uno por miedo a que los otros tomasen represalias. Finalmente, uno de los pretendientes,
Odiseo de Ítaca (Ulises en la mitología romana) propuso un plan. Hizo prometer a todos defender el matrimonio de Helena con quien ella eligiese. Ella eligió a Menelao, quien humildemente no hizo la petición por sí mismo, sino enviando a su hermano Agamenón en su lugar. Los dos hermanos vivían en la corte de Tíndaro desde que fueron desterrados de Micenas, después de que su padre, Atreo, fuese asesinado y su trono usurpado por su hermano Tiestes y su hijo Egisto. Menelao heredó el trono de Esparta de Tíndaro, con Helena como su reina y Agamenón, casado con la hermana de Helena, Clitemnestra, recuperó el trono de Micenas.
Enviado a hacer tratos diplomáticos a Esparta, Paris se enamoró de Helena y, con la ayuda de Afrodita, la raptó o la sedujo, y la llevó de regreso a Troya como esposa. Todos los reyes y príncipes de Grecia fueron llamados a cumplir su juramento y recuperarla.

La jefatura de las tropas
Odiseo estaba casado con Penélope y tenía un hijo, Telémaco. Para evitar ir a la guerra, se fingió loco y sembró sus campos con sal. Palamedes fue más listo que él y puso a su hijo Telémaco delante del arado. Odiseo se incorporó al no estar dispuesto a matar a su hijo, revelando su cordura y viéndose obligado a ir a la guerra.
El adivino
Calcas auguró que nunca podría ser conquistada la ciudad de Troya sin que Aquiles participara en la batalla. Su madre Tetis, sabiendo que Aquiles moriría si iba a Troya, lo disfrazó de mujer en la corte del rey Licomedes en Esciro. Allí tuvo una relación amorosa con la hija del rey, Deidamia, de la que tuvieron un hijo, Neoptólemo. Odiseo descubrió a Aquiles entre las mujeres y consiguió así que participara en la expedición.
Finalmente, se reunió una flota de más de mil barcos al mando de Agamenón.
Los griegos también llevaron los huesos de
Pélope, padre de Atreo y abuelo de Agamenón y Menelao para ayudarles a ganar la guerra. Otro oráculo auguró que serían necesarios para conseguir la victoria.

La guerra (antecedentes)

Cuando los griegos partieron a la guerra de Troya, se equivocaron de rumbo y fueron a parar a Misia, regida por Télefo. En la batalla, Aquiles hirió a Télefo. Puesto que su herida no cicatrizaba, Télefo preguntó al oráculo y éste vaticinó «él mismo deberá curarte».
Así pues, Télefo fingió ser un mendigo y pidió a Aquiles que le ayudase a cicatrizar su herida. Aquiles rehusó alegando no tener conocimientos médicos.
Odiseo dijo que la lanza había causado la herida y la lanza podría cicatrizarla. Se pusieron pedacitos de la lanza sobre la herida y esta cicatrizó. Télefo les indicó el camino a Troya agradecido por su curación.
Cuando la expedición se dispuso de nuevo a zarpar, los vientos cesaron. Calcas auguró que la diosa
Artemisa estaba castigando a Agamenón por matar un ciervo sagrado y alardear que era mejor cazador que ella. La única forma de apaciguar a Artemisa era sacrificar a la hija de Agamenón, Ifigenia. En el último momento Artemisa sustituyó a la joven por un ciervo y la llevó a Taurida donde fue sacerdotisa de su culto. Allí era la encargada de sacrificar a todo extranjero que allí llegaba, en honor a Artemisa.

Por otro lado, Filoctetes era un amigo de Heracles y, ya que encendió la pira funeraria de Heracles cuando nadie más quiso hacerlo, recibió su arco y sus flechas. Navegó con siete barcos repletos de hombres a la guerra de Troya, donde planeaba luchar en el bando de los griegos. Se detuvieron en una isla para conseguir suministros y allí Filoctetes fue mordido por una serpiente. La herida se infectó y desprendía un gran hedor; y los Atridas, por consejo de Odiseo, ordenaron a Filoctetes permanecer en Lemnos.
Medonte tomó el mando de los hombres de Filoctetes, quien permaneció solo en Lemnos durante diez años.
La llegada
El oráculo profetizó que el primer griego que pisara tierra en la guerra de Troya sería el primero en morir. Protesilao, líder de los filaceos, satisfizo esta profecía. Su mujer, Laodamía, lo siguió a la muerte. Héctor mató a Protesilao y Laodamía se suicidó a causa del dolor. Tras la muerte de Protesilao, su hermano Podarces fue a la guerra en su lugar. Poco después Aquiles mató a uno de los principales héroes aliados de Troya, Cicno, hijo de Poseidón. Cicno era invulnerable a las armas y Aquiles lo estranguló. Los griegos sitiaron Troya durante nueve años. Las tropas griegas saquearon varias ciudades cercanas y, en el reparto del botín, Agamenón tomó como esclava a Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo. Cuando Crises intentó pagar su rescate fue maltratado, así que pidió a Apolo que castigase a los griegos, y la armada fue azotada por una epidemia.
El oráculo emitido por Calcas dijo que la plaga solo cesaría si Agamenón devolvía a Criseida a su padre. Enojado por esto, y con Aquiles (que garantizó el cumplimiento del oráculo), Agamenón aceptó devolver a Criseida pero a cambio tomó a la concubina de Aquiles, Briseida. Aquiles y Agamenon discutieron y Aquiles se negó a luchar. Aunque los griegos estaban destinados a ganar la guerra, Aquiles pidió a su madre Tetis que intercediera ante Zeus para asegurarse que a los griegos les fuese mal hasta que Agamenón se disculpase ante él. Los siguientes días los griegos fueron duramente castigados en la batalla y los principales guerreros, salvo Áyax, fueron heridos gravemente. Los troyanos, liderados por Héctor, avanzaban sin parar sobre las posiciones griegas.
En vista del peligro, Aquiles dejó que su compañero Patroclo llevase su armadura y liderase las tropas en la batalla. Héctor dio muerte a
Patroclo y se quedó con la armadura de Aquiles. Loco de dolor, Aquiles juró venganza, mató a Héctor y arrastró su cuerpo atado a su carro rodeando Troya por tres veces. Se negó a devolverlo a los troyanos para los ritos funerarios hasta que Príamo en persona fue a suplicarle que lo devolviese, con lo que se ablandó y declaró una tregua de doce días mientras durasen los funerales de Héctor.

Muerte de Aquiles

Poco después de la muerte de Hector, Aquiles venció a Memnón de Etiopía y a la amazona Pentesilea (con quien Aquiles tuvo una aventura según algunas versiones).

Finalmente, fue muerto por Paris; bien de una flecha en su talón dirigida por Apolo durante una tregua; o en otra versión, directamente por el dios Apolo. Sus huesos fueron mezclados con los de Patroclo, y hubo juegos funerarios.

En otra versión bastante diferente de las anteriores, Aquiles había prometido a Príamo que si consentía el casamiento con su hija Políxena pasaría a abandonar a los suyos y defender Troya, pero tras concertar una cita en el templo de Apolo Timbreo, fue asesinado por Paris con una daga en la espalda (o una flecha en el talón).

El caballo de Troya


El cerco de Troya duró diez años. Los griegos idearon una nueva treta (un gran caballo de madera hueco). Fue construido por Epeo y lo ocuparon soldados griegos liderados por Odiseo. El resto de la armada griega fingió partir y los troyanos aceptaron el caballo como una ofrenda de paz. Un espía griego, Sinón, convenció a los troyanos de que el caballo era una ofrenda a Atenea a pesar de las advertencias de Laocoonte y Casandra. Los troyanos hicieron una gran celebración y cuando los griegos salieron del caballo, la ciudad entera estaba bajo el sueño de la bebida. Los guerreros griegos abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada a la ciudad al resto de las tropas y la ciudad fue saqueada sin piedad.

Consecuencias de la guerra


El fantasma de Aquiles se apareció a los supervivientes de la guerra, pidiendo que Políxena, la princesa troyana, fuese sacrificada antes que ninguno pudiese partir. Neoptólemo realizó el sacrificio.
Según la Odisea, la flota de Menelao fue empujada por tormentas hacia
Creta y Egipto de donde no pudieron continuar la navegación por la ausencia de vientos. Menelao tuvo que atrapar a Proteo, una deidad marina para averiguar qué sacrificios a los dioses debían hacer para garantizarse una travesía segura. Proteo también dijo a Menelao que estaba destinado al Elíseo (cielo) tras su muerte. Menelao regresó a Esparta con Helena. Tuvieron una hija, Hermione.
Tras la guerra, el barco de
Idomeneo fue alcanzado por una terrible tormenta. Idomeneo prometió a Poseidón que sacrificaría el primer ser viviente que viese cuando volviese a casa si salvaba su barco y su tripulación. El primer ser vivo al que vio fue su hijo, así que lo sacrificó. Los dioses estaban enfadados con el asesinato de su hijo y lo enviaron al exilio a Calabria en Italia (Virgilio III, 400).

Agamenón regresó a su hogar en Micenas. Su esposa Clitemnestra (hermana de Helena) tuvo una relación con Egisto, hijo de Tiestes, primo de Agamenón que conquistó Argos antes que Agamenón lo retomara. Posiblemente como venganza por la muerte de Ifigenia, Clitemnestra se conjuró con su amante para matar a Agamenón. Casandra pronosticó este asesinato y avisó a Agamenón, pero el la ignoró. Fue asesinado en un banquete o en su baño, según diferentes versiones. Casandra también fue asesinada. El hijo de Agamenón, Orestes, que había estado lejos, regresó y conspiró con su hermana Electra para vengar a su padre. Mataron a Clitemnestra y a Egisto. Orestes se casó con Hermione y retomó Micenas, convirtiéndose en rey de todo el Peloponeso.
Eneas lideró un grupo de supervivientes lejos de la ciudad, incluyendo a su hijo Ascanio. Su mujer Creúsa desapareció durante el saqueo de la ciudad. Huyeron de Troya en varios barcos, buscando establecerse en un nuevo hogar. Arribaron a varios países cercanos que no se mostraron hospitalarios, finalmente les fue profetizado que debían volver a la tierra de sus antepasados. Primero lo intentaron en Creta, que Dárdano había colonizado, pero lo encontraron arrasado por la misma plaga que había expulsado a Idomeneo. Encontraron a la colonia dirigida por Heleno y Andrómaca, pero rehusaron permanecer ahí. Tras siete años llegaron a Cartago, donde Eneas tuvo un romance con Dido. Finalmente los dioses les ordenaron continuar (Dido se suicidó), y llegaron a Italia.
Aquí una profetisa le llevó al inframundo y predijo la grandeza de
Roma, que sería fundada por su gente. Negoció un asentamiento con el rey local Latino, y se casó con su hija Lavinia. Esto desencadenó una guerra con otras tribus locales, pero finalmente se fundó el asentamiento de Alba Longa, regido por Eneas y el hijo de Lavinia, Silvio. Trescientos años después, según el mito romano, sus descendientes Rómulo y Remo fundaron Roma.

De Trajano a Adriano


Trajano (Marcus Ulpius Traianus (18 de septiembre del año 53 - 9 de agosto de año 117), emperador romano (98-117), nacido en la ciudad de Itálica (actual Santiponce), a escasos kilómetros de Hispalis (Sevilla) y perteneciente a la más rica y próspera provincia de la Hispania romana, la Bética. Su padre, del mismo nombre, había sido uno de los seguidores importantes de Vespasiano tras la muerte de Nerón. También él era fiel a la casa de los Flavios y siguió la carrera habitual de senador romano, siendo elegido cónsul en el 91. Perteneció a la llamada dinastía Antonina. Contrajo matrimonio con Pompeia Plotina, aunque no tuvieron hijos.

Durante el mandato de Nerva era gobernador de la Germania Superior. Nerva le adoptó en su ausencia y le hizo participar en su gobierno. Una posible explicación es que buscaba el apoyo del estamento militar, que confiaba en Trajano tras una brillante carrera, con fama de ser uno de los mejores comandantes.
Tras la muerte de Nerva, Trajano se mantenía cerca de las fronteras del Rhin y del Danubio. Una de sus primeras actuaciones fue mejorar la red de carreteras entre Mogontiacum (Maguncia) y Augusta Vindelicorum (Augsburgo). A esto hay que sumarle la construcción de un limes para asegurar las tierras germanas en el lado derecho del Rhin, que habían sido ganadas para el imperio en tiempos de Domiciano. Sería en el 99 cuando llegaría a Roma como emperador, donde tras el duro gobierno de Domiciano, fue recibido con renovadas esperanzas.

Las guerras contra los dacios

En el 101, Trajano comenzó su primer enfrentamiento contra los dacios (situados en actual Rumania), cuyo líder era Decébalo. La guerra terminó al año siguiente con la victoria romana en la Batalla de Tapae. Entre 105 y 106 continuó el conflicto con los dacios, durante el cual los romanos tomaron la capital dacia, Sarmizegetusa, y anexionaron a Dacia como provincia del imperio. Estas guerras se reflejan en la columna de Trajano, que se levantó conjuntamente con el Foro, donde fue colocada para celebrar la gran victoria.
De la misma forma que César fue el militar más grande de la República, Trajano fue el militar más grande del Imperio. Nuestro compatriota nacido en Hispalis (Sevilla) fue el primer emperador español y tras Augusto, el más grande de todos los emperadores. Las legiones con las que combatió en Germania, Dacia y Partia no habían sufrido grandes cambios desde Augusto, lo que demuestra la bondad de su eficacia. Trajano es el cénit de Roma. El Imperio alcanzó gracias a sus conquistas su máxima extensión territorial ocupando territorios en tres continentes.




Las guerras contra los partos


En 113 Trajano empezó una guerra victoriosa contra los partos. Armenia, Asiria y Mesopotamia fueron integradas en el Imperio. Éste alcanzó con las conquistas su máxima extensión. Problemas logísticos, rebeliones y una enfermedad seria de Trajano impidieron conquistas más allá de estos límites. Murió en el viaje de vuelta de la campaña parta, en Selinus, cerca del Mar Negro, el 9 de agosto de 117.

Sus prolongadas estancias en la guerra exterior no impidieron a Trajano llevar a cabo una intensa política interior, motivo de elogios en la historiografía romana, portavoz de la opinión del Senado. El ascenso al poder de Trajano supuso para el Senado la recuperación de la libertad perdida, «un tiempo nuevo», dice Plinio. Con la colaboración del Senado, donde implantó el voto secreto, Trajano trazó un plan de regeneración moral y política que tuvo consecuencias en la administración, la justicia y la economía. Se preocupó especialmente de aumentar los recursos del fisco, con el fin de llevar a cabo su política de construcciones y mejoras de la infraestructura. Sería también el impulsor de un plan de ayuda a los propietarios agrícolas consistente en la concesión de crédito a bajo interés y cuya originalidad consistía en que los intereses que se recaudaban se destinaban a la alimentación de los niños de condición libre. Así, al tiempo favorecía el desarrollo de la natalidad, que había caído hasta índices alarmantes.

Sucesión

Justo antes de su muerte en 117, adoptó a su sobrino Adriano, quien le sucedió en el trono.
Hay rumores de que esta "adopción" se realizó post mortem, escondiendo su mujer Pompeia Plotina un esclavo bajo las sábanas del emperador muerto quien susurró la adopción como presunta última voluntad del moribundo.
La titulación completa de Trajano en el momento de su muerte era:
Imperator Caesar Divi Nervae filius Nerva Traianus Optimus Augustus Germanicus Dacicus Parthicus, Pontifex maximus, Tribunicia potestate XXI, Imperator XIII, Consul VI, Pater patriae.


...........................................................

Publio Elio Adriano (Publius Aelius Hadrianus, Itálica, 24 de enero del año76 - Bayas, 10 de julio del año 138), fue emperador de Roma desde el 117 hasta su muerte. Nació en una familia originaria de Itálica(Hispania). Los antepasados paternos de Adriano, los Elios, se habían instalado en Hispania a finales del III a. C., poco después de la fundación de Itálica (206 a. C.), procedentes de la ciudad de Hadria, a la que Adriano consideró como "su segunda patria". Los Aelios, quizá importantes propietarios agrícolas, eran una de las más destacadas familias de la aristocracia romana en Hispania, perteneciendo al orden senatorial desde dos generaciones atrás. Su abuelo, Elio Marulino, había sido el primer senador en la familia.



Infancia y juventud


No hay información precisa acerca de la educación que recibió el joven Adriano, aunque se sabe de su temprano interés por la cultura griega, que le valió el sobrenombre de Graeculus ("grieguecillo"). A los catorce años marchó de nuevo a Itálica, donde permaneció menos de un año, ya que en otoño fue llamado a Roma por Trajano, recientemente nombrado cónsul en el 91. En la capital, el joven Adriano continuó su educación e inició el cursus honorum. Probablemente en el año 94 desempeñó el vigintivirato, como uno de los miembros de un tribunal que juzgaba casos civiles.

Sirvió por primera vez en el ejército como tribuno laticlavio de la Legión II Adiutrix, acuartelada en Aquincum, actual Budapest. Más tarde fue trasladado a la Legión V Macedonica, en el Danubio Inferior. Así pues, viajó a Germania para llevar a su tutor, Trajano, la noticia de que Nerva, elegido emperador tras el asesinato de Domiciano, lo había hecho su hijo adoptivo. Excepcionalmente, Adriano fue nombrado por tercera vez tribuno, esta vez en la Legión XXII Primigenia, acuartelada en Moguntiacum (Germania). El 27 de enero de 98 falleció Nerva, y Adriano se desplazó a Colonia para anunciar personalmente a Trajano su ascenso al poder imperial.


Vida bajo Trajano



Según informa la Historia Augusta, las relaciones de Adriano con Trajano no siempre fueron buenas: se menciona una disputa por culpa de los celos de los efebos del Emperador hacia el nuevo favorito, cuya homosexualidad está atestiguada también en la obra de Dión Casio. Tras este incidente, Adriano recuperó su relación de amistad con Trajano gracias al apoyo decidido del rico y poderoso hispano y triple cónsul Lucio Licinio Sura, fallecido en 107-108 d. C.

El joven Adriano contaba igualmente con la protección de la emperatriz, Plotina, experta astróloga como él mismo, y a instancias de la cual contrajo matrimonio en el año 100 con otra sobrina nieta de Trajano, su prima Vibia Sabina. Este matrimonio redobló los vínculos de Adriano con la familia imperial.

En 101
, marchó con Trajano a Dacia, en calidad de comes Augusti, con motivo de la Primera Guerra Dacia. Sin embargo, no se mantuvo a su lado durante toda la campaña, sino que regresó a Roma, donde ejerció el cargo de tribuno de la plebe. Más tarde, en el año 105, regresó a Dacia para servir a las órdenes de Trajano, esta vez con el mando de una legión, la I Minervia, en la Segunda Guerra Dacia. Al término de la guerra, fue nombrado gobernador de la Panonia Inferior.


Hacia 110-111
, viajó a Grecia. Allí, en Atenas se cree que conoció al filósofo Epicteto, con quien le uniría en adelante una gran amistad. El contacto directo con la cultura griega causó a Adriano una gran impresión. Es posible que por entonces adquiriera la costumbre de dejarse la barba, inusual entre los nobles romanos, pero frecuente entre los griegos. Su amor por la cultura griega queda patente en el hecho de que aceptara, en el año 111-112 el cargo de arconte honorífico, a lo que muy pocos romanos habían accedido con anterioridad y fue celebrado por la municipalidad de Atenas con el consiguiente epígrafe (CIL III, 550).


Tras la muerte de Trajano, la emperatriz Plotina aseguró que Adriano había sido adoptado como hijo por Trajano en su lecho de muerte. A pesar de que muchos dijeron que esto era una farsa, Adriano fue proclamado emperador de Roma. Su nombramiento fue inmediatamente seguido de la ejecución sumarísima de cuatro importantes excónsules, exponentes de las conquistas militares de Trajano. Estas ejecuciones, de las que Adriano siempre responsabilizó a su antiguo tutor, Acilio Atiano se llevaron a cabo sin el acuerdo previo del Senado, y provocaron un distanciamiento entre el emperador y la vieja asamblea. Esto pudo marcar la política imperial subsiguiente, que fue dirigida en el sentido de ampliar la base de apoyo del Principado en detrimento de Roma, mediante el contacto directo del emperador con las elites provinciales, en oposición a la vieja política del mantenimiento de Roma como ciudad imperial y hegemónica.
Quizá tuviera también algo que ver con ello el que Adriano, a diferencia de muchos emperadores anteriores, no quisiera ostentar el consulado ordinario más que dos veces, ambas seguidas y al comienzo de su reinado: en el primer semestre de 118, teniendo como collega a su sobrino, el barcinonense Cneo Pedanio Fusco Salinator , y, en el primer cuatrimestre de 119, junto con L. Dasumius Hadrianus.


Política militar de Adriano

Adriano estaba contra la política de conquistas emprendida por Trajano, por lo que sus primeras medidas como emperador tendieron a abandonar definitivamente cualquier tentativa de preservar las conquistas inseguras realizadas por su predecesor en su última expedición contra los partos
. Favoreciendo una política de defensa pasiva, Adriano también abandona parte de las conquistas de Trajano en Dacia, cediendo a los sármatas la planicie del Bajo Danubio y concentrando la ocupación romana en la región de Transilvania. Según Dión Casio, también ordenó la demolición del puente construido por Trajano sobre el río Danubio, como forma de evitar una invasión de las provincias danubianas a partir de Dacia. En un intento por proteger las demás fronteras del imperio, mandó construir un gran número de fortificaciones, entre ellas la Muralla de Adriano, situada entre Inglaterra y Escocia.



Política interior

Fue un gran admirador de la cultura griega, siendo uno de los responsables de la propagación del
helenismo del mundo antiguo. Hizo grandes viajes por el imperio, realizando obras y mejorando las infraestructuras y la economía de las provincias.
Ordenó la construcción del
Panteón de Roma, reconstruido sobre otro previo, mucho menor, erigido por Agripa, pero manteniendo la fachada arcaica con el nombre del antiguo benefactor. La construcción estuvo a cargo de Apolodoro de Damasco, quien fue muerto por orden del Emperador hacia el año 130. En Tívoli mandó edificar su villa imperial: la villa de Adriano es una de las más famosas construcciones romanas; en ella se representan diversos lugares del mundo.
Fue un emperador viajero y, por donde pasaba, levantaba ciudades, construía calzadas, erigía monumentos. Estos monumentos tenían un significado político: su construcción generalmente significaba una alianza en pie de igualdad abstracta entre Roma y la ciudad donde se construían. Así, mandó terminar la construcción de un gigantesco templo a
Zeus en Atenas, el "Olympieion", cuyo principio se remontaba a la época del tirano ateniense Pisístrato en el siglo VI a. C. El resultado de estas construcciones fue organizar un barrio al modo romano de urbanizar, de manera que él pudiera igualarse al fundador mítico de Atenas, Teseo. Esta Atenas "romana" estaba separada de la antigua ciudad por un pórtico en la entrada, en el que había inscrito: "Esta es la ciudad de Adriano, y no la de Teseo".

Para muchos historiadores el gobierno de Adriano fue la era dorada del imperio romano por entontrarse su periodo entre los conflictivos tiempos de los primeros emperadores y la decadencia del imperio ante las invasiones bárbaras de los siguientes emperadores.


Sucesión de Adriano


La sucesión de Adriano fue complicada. En principio había pensado adoptar como hijo y sucesor a uno de sus muchos antiguos favoritos (como el adolescente griego Antinoo), y a veces instaba a sus amigos a proponerle los mejores nombres (Dión Casio, 17, 3); pero, tras la muerte prematura y repentina el 1 de enero del año 138 d. C., de su heredero designado e hijo adoptivo, Lucio Ceionio Cómodo (rebautizado a mediados de 136 como Lucio Elio César), Adriano, ya con poco tiempo (se dice que conocía la fecha de su muerte), decidió adoptar al probo senador Titus Aurelius Fulvus Boionius Arrius Antoninus, que de emperador vendría a ser conocido como Antonino Pío. Le impuso la condición de que adoptase a su vez, como hijos y sucesores, al sobrino de su mujer y pariente de Adriano, Marcus Aurelius Verus, el futuro emperador Marco Aurelio, de apenas 17 años.
Mientras tanto, Adriano, una vez muerta su hermana, ordenó ejecutar, u obligó al suicidio, a sus dos parientes vivos más próximos: a su cuñado, el nonagenario consular
Serviano, del que desconfiaba por creer que buscaba la sucesión imperial para su nieto Cn. Pedanio Fusco Salinator, y a éste mismo. Esta decisión agravó mucho más el distanciamiento entre Adriano y el Senado, que a su muerte intentó invalidar todas sus disposiciones, lo que fue impedido por Antonino. Ésta es la causa más plausible de que fuera llamado en adelante con el epíteto de Pius (Pío), especialmente utilizado entre los romanos para las manifestaciones de piedad familiar.
Poco después, Adriano murió el 10 de julio de 138, a los 62 años de edad, retirado en la villa imperial de Baiae, cerca de Nápoles, tras padecer los grandes sufrimientos que Serviano le había augurado antes de morir, que le llevaron incluso a querer quitarse la vida varias veces. Tras reposar en otros puntos, sus restos fueron depositados en el enorme mausoleo que, a semejanza del de Augusto, pero de un tamaño mayor, se había hecho construir en el lado opuesto del Tíber, conocido como
Mausoleo de Adriano y más tarde como la fortaleza papal de Castel Sant'Angelo.

sábado, 2 de febrero de 2008

Inicios de la III Guerra Púnica

La III Guerra Púnica fue el último conflicto militar entre Roma y Cartago, desarrollado entre los años 149 a 146 a.C., que se saldó con la completa destrucción de la ciudad y la venta de los supervivientes como esclavos, desapareciendo para siempre el estado cartaginés, cuyos territorios fueron absorbidos por Roma.
Con respecto a las causas de la guerra, los romanos nunca perdonaron a Cartago
el haber llegado tan cerca de Roma. Tras la II Guerra Púnica, el tratado de paz consiguiente establecía que los cartagineses no podían tener una flota armada, ni tampoco hacer la guerra sin permiso de Roma. Por eso, cuando Catón el Viejo visitó Cartago en el año 152 a.C., creyó que iba a encontrar una diminuta y mísera ciudad situada en una península africana: nada más lejos que la realidad. Los cartagineses, no pudiendo emplear su dinero en guerras, y con una enorme capacidad comercial que les hacía convertir todo lo que tocaban en oro, habían hecho de su urbe una ciudad magnífica, sobre todo comparándola con el inmenso barrio de chabolas que era Roma en esta época de su historia. Ante tal situación, Catón volvió a Roma bramando contra Cartago, diciendo que si dejaban que ésta se recuperase, volvería a entablar una guerra contra Roma, y que por tanto, y por razones de seguridad, Cartago debía ser destruida. Esta frase (Ceterum censeo Carthaginem esse delendam), constituyó el final de todos sus discursos, versasen sobre lo que versasen, durante los tres años que precedieron al inicio de la guerra. Uno de sus discursos más espectaculares fue el que dio en el Senado con un higo en la mano, procedente de Cartago según él (aunque muy probablemente fuera de su propia huerta, eso sí, de una higuera cartaginesa), argumentando que este higo representaba el inmenso poder civil, a la par que militar, de la ciudad de Cartago. Sin embargo, el inicio de la guerra se dilató repetidamente, debido entre otras cosas a la oposición del bando de los Escipiones, que consideraban que si el único gran enemigo de Roma era destruido, los romanos caerían en un relajamiento de costumbres que les conduciría a su propia decadencia.
No obstante, parece que las razones que tuvieron los romanos para destruir a Cartago no fueron tanto de rencor ancestral, cuanto económicas. El comercio cartaginés por todo el Mediterráneo hacía la competencia, con sus productos agrícolas (higos, vino, etc), a los ricos latifundistas de Campania (Italia), y este competidor comercial les estaba arrebatando importantes beneficios. Basándose en esto, la aristocracia latifundista apoyó la idea de Catón, y ésta finalmente fue aprobada en cuanto se encontró una excusa adecuada para iniciar la contienda. Sin embargo, Catón murió poco antes o poco después de que se iniciara el conflicto que tanto había deseado.


Inicio de la guerra

Durante esta época, Massinisa, rey de Numidia (antigua sierva de Cartago, y su vecina), con el permiso de los romanos, realizaba continuos ataques a territorio púnico. Los cartagineses no podían defenderse, ya que necesitaban el permiso de Roma para hacerlo, y los latinos hacían siempre la vista gorda. Llegó un momento sin embargo, en que las humillaciones fueron tan fuertes, que el pueblo cartaginés depuso al partido prorromano que administraba la ciudad, y colocó al frente a unos dirigentes partidarios de responder a las provocaciones de los númidas. Respondieron entonces al asalto de Horóscopa enviando un ejército al mando de Asdrúbal, el cual fue desastrosamente derrotado. De esta manera, los romanos encontraron el motivo que anadaban buscando para de este modo iniciar la guerra: los cartagineses iniciaron una guerra sin autorización del pueblo romano.
Habiendo tomado conciencia de lo que eso significaba, los cartagineses condenaron a muerte a Asdrúbal y a los principales miembros del partido militar, y se enviaron dos embajadas para tratar de solucionar la situación. Sin embargo, Roma no aceptó las excusas cartaginesas, y declaró la guerra. En consecuencia, el gobierno cartaginés, en un intento de salvar la ciudad de su destrucción, decidió rendirse incondicionalmente.
En respuesta, el senado romano declaró que garantizaría a los cartagineses la libertad, la tierra, la propiedad y la existencia del estado, a cambio de la entrega de 300 rehenes elegidos entre los hijos de los dirigentes gubernamentales cartagineses, y a condición que se cumplieran las decisiones de los cónsules una vez se hubiesen asentado éstos en suelo africano. Como resultado, los rehenes fueron inmediatamente entregados.
Cuando los romanos llegaron a Útica
, ciudad africana sobre la costa del Mediterráneo (que ya se había rendido) exigieron la entrega de todos los pertrechos militares, orden que fue obedecida sin discusión. Pero no contentos con esto, los romanos transmitieron la orden terminante de destruir la ciudad de Cartago. Se dio a sus habitantes la libertad de escoger un sitio para una nueva ciudad donde ellos quisieran, siempre que la distancia del mar no fuese inferior a 80 estadios (unos 15'4 km.). Eso significaba el fin de Cartago como potencia marítima y comercial, quedando relegada a las actividades agrícolas.
Esta decisión carente de humanidad fue airadamente rechazada por la población cartaginesa, quienes asesinaron a todos los que de una u otra manera estuvieron involucrados en la entrega de Cartago a Roma. Aunque desarmada, Cartago estaba rodeada por excelentes fortificaciones que permitirían su defensa a los mismos ciudadanos aun con inferioridad numérica y de equipo con relación a los romanos. Con el fin de ganar tiempo para fabricar armas, los cartagineses enviaron una embajada a los cónsules romanos con el pretexto de acordar un armisticio a fin de negociar con el senado romano. Este fue rechazado, pero inexplicablemente los romanos no procedieron a asaltar de inmediato la ciudad.
Gracias a esto, los cartagineses pudieron prepararse para resistir el sitio, fabricando armas día y noche, construyendo máquinas de guerra (cuyas cuerdas se prepararon con cabellos de mujeres, quienes los donaban para tal fin) reforzando las murallas de la ciudad y amontonando provisiones en enorme cantidad. Asdrúbal, que después de su condena a muerte consiguió escapar y formar un ejército propio que ocupaba casi todo el territorio cartaginés, fue amnistiado y se le imploró que ayudara a la ciudad en ese momento de angustia, lo cual aceptó de inmediato. Increíblemente los romanos no sospecharon nada de estas acciones, pues cuando por fin se decidieron a asaltar la ciudad, se encontraron con la muy desagradable sorpresa de que ésta estaba completamente lista para defenderse.


El estancamiento romano frente a Cartago

Los primeros dos años de sitio significaron un fracaso total para los romanos. Para ellos, tomar la ciudad les parecía imposible, pues contaba con enormes recursos, sólidas fortificaciones y un gran ejército que impedía su aislamiento total. Tan incapaces se mostraron los romanos en las acciones militares que ni siquieran lograron paralizar la actividad comercial y militar marítima de los cartagineses. Como el sitio se prolongaba, los comandantes romanos decidieron permitir la entrada en su campamento de "elementos de distracción": prostitutas, comerciantes, y personas similares, lo que provocó un relajamiento catastrófico de la disciplina militar.
Mientras tanto, los círculos dirigentes romanos, avergonzados de la injustificable prolongación del sitio contra la ciudad, en el año 147 a. C. decidieron, aun en contra de los criterios legales vigentes, nombrar cónsul y comandante supremo del ejército romano en África al nieto adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio Escipión Emiliano, considerado el oficial más capacitado de todo el ejército romano. Sus virtudes habían quedado demostradas al dar solución a situaciones críticas del ejército durante el sitio de la ciudad africana, así como haber logrado resolver el muy difícil problema de dividir el poder entre los tres herederos del rey númida
Masinissa, quien le requirió para tal fin. Además, se decía de él que solamente un descendiente del gran Escipión el Africano podría derrotar a Cartago. Así pues, Escipión Emiliano toma el mando.

De inmediato se dirigió a África con refuerzos. Una vez allí, depuró el ejército de todo aquél que contribuían al relajamiento de la disciplina. Al ser restaurado éste, reanudó el adiestramiento de los soldados en la guerra, lo que le permitió enfrentarse al numéricamente superior ejército de Adrúbal en una gran batalla en la que los cartagineses perdieron 85.000 hombres. Esto permitió a Escipión rodear completamente la ciudad por tierra. La flota romana entró masivamente en el golfo de Túnez, impidiendo la salida de las naves cartaginesas. Por primera vez en el curso de la guerra, Cartago, durante el invierno del año 147 a. C., estaba completamente aislada del mundo exterior, lo que provocó la rápida disminución de sus reservas alimenticias, contribuyendo esto al brote y propagación de enfermedades que hicieron estragos entre la población de la ciudad.


La toma de Cartago

Al llegar la primavera del año 146 a. C. la población estaba tan debilitada por el hambre y las enfermedades que Roma decidió que era el momento de asaltar la ciudad. Los romanos penetraron por el puerto atravesando parte de las murallas mediante una grieta hecha en esta por uno de sus arietes. Además, con escalas y construyendo una torre de asalto en la muralla, consiguieron entrar pese a la fuerte resistencia de los ciudadanos.
Tras entrar en la ciudad, los romanos fueron recibidos por una verdadera lluvia de lanzas, piedras, flechas, espadas e incluso tejas que lanzaban desde los tejados de sus casas. Ante esto tuvieron que detener su marcha y con tablones, pasaron de vivienda en vivienda acabando con los habitantes de la ciudad, la mayoría de los cuales lucharon hasta la muerte. La lucha continuó y los ciudadanos iban cayendo uno tras otro. Durante seis días con sus noches los romanos y los
cartagineses entablaron una gran batalla urbana, cuyo resultado claramente favorecía a los primeros. El objetivo de las legiones era tomar completamente la ciudad, finalizando con la captura de la ciudadela fortificada de Byrsa, ubicada sobre la cima de una colina escarpada, en el corazón de la ciudad, punto a donde se dirigían los defensores en su continuo retroceder ante los romanos, quienes avanzaban demoliendo muros, abriéndose camino a través de montañas de ruinas o pasando por los techos de las casas y los edificios.
Los últimos supervivientes de la batalla de Cartago, unos 50.000, se refugiaron en el templo de Eshmún
(Esculapio para los romanos), situado en Byrsa, junto a su necrópolis sagrada. Allí, la mayor parte de los púnicos rogaron a Escipión que tuviera clemencia con ellos, incluso Asdrúbal, quien había logrado escapar tras la destrucción de su ejército y dirigía la defensa de la ciudad.

Escipión prometió respetarles la vida. Sólo quedaron en el templo los desertores romanos (cerca de un millar) que tras ver la gran traición de su general, se suicidaron, y también la mujer de Asdrúbal, que vestida con una túnica de gala, insultó a su marido y se dirigió a los romanos diciéndoles: "vosotros que nos habéis destruido a fuego, a fuego también seréis destruidos" y dicho esto besó a sus hijos y se lanzó a las llamas del fuego (hay versiones que dicen que acuchilló a sus hijos y los lanzó consigo al fuego). Los desertores también se sacrificaron en la misma pira. Una vez esto, Escipión Emiliano comenzó a llorar, y gritó en griego una frase de la Ilíada, referida a la destrucción de Troya: "Día vendrá en que perezca la sagrada Ilión, Príamo y el pueblo de Príamo, el de la buena lanza de fresno". Polibio le preguntó por qué mencionaba esta cita, y Escipión le confesó que temía que algún día estas palabras, aplicables ahora a Cartago, pudieran también utilizarse para hablar del destino de Roma.


La destrucción de Cartago

Los prisioneros fueron todos reducidos a la esclavitud y la ciudad fue totalmente saqueada tras su toma; sin embargo, la mayor parte se conservaba aún en pie. Después de la caída de Cartago, se presentó en el sitio una comisión del Senado romano para intentar decidir qué se haría con ella. Según los indicios, el mismo Escipión Emiliano y algunos senadores eran partidarios de que la ciudad se conservase, pero la mayor parte de la comisión se puso de parte de la opinión de que fuese destruida. Por tanto, Escipión ordenó a las legiones destruir totalmente la ciudad hasta los cimientos, continuando con la maldición eterna de su emplazamiento.

Las demás ciudades del norte de África que apoyaron a Cartago en todo momento corrieron la misma suerte. Las que se rindieron desde el comienzo de la guerra, como Útica, fueron declaradas libres y conservaron sus territorios. Las antiguas posesiones de Cartago constituyeron la nueva provincia romana de África, descontando algunos territorios entregados a los hijos de Massinisa como premio por su ayuda al estado romano durante la guerra.

III Guerra Helena : la expedición de castigo (Maratón)

Interpretación personal

Hay que destacar en primer lugar, cómo una situación de sometimiento sobre las colonias helenas de Asia Menor hacia el rey persa Dario, generará tensiones y enfrentamientos en las diferentes relaciones que se mantengan. Esto nos muestra como a lo largo de la historia los pueblos necesitan poder disponer de una libertad de actuación. De aquí que se produzcan en determinados momentos actuaciones de este tipo.Al mismo tiempo, también se debe de señalar el apoyo y colaboración entre Atenas y Esparta a favor de la colonia griega de Mileto a raíz de la sublevación que ésta había llevado a cabo.
En este sentido se pueden reseñar una serie de aspectos básicos:
  • Darío I, fue un rey que ya desde el inicio de su reinado tuvo que afrontar diferentes conflictos bélicos, lo que muestra que con el paso del tiempo sería un monarca acostumbrado a este tipo de contexto. Ante tal situación, debe mostrar siempre una agresividad e iniciativa, ya que cualquier muestra de debilidad que se haga patente va a significar con el paso del tiempo, la causa que provoque su caída. Es así cómo se organiza la tercera espedición de castigo, cuyo elemento más destacable es la Batalla de Maratón.
  • En este contexto, hay también que tener en cuenta otras variante, como lo es la economía, ya que es un elemento que puede generar numerosas tensiones.
  • Del mismo modo, otro aspecto a destacar es el tipo de gobernantes que reciben, como es el caso de Hipias, quién no gozó de grandes simpatías entre la población ateniense por su gobierno tiránico, lo que contribuye de forma creciente a incrementartodavía más los recelos que se tienen hacia el pueblo opresor.
  • Excesiva dependencia por parte de los persas con respecto a las naves o la caballería, lo que deja a la luz un claro punto vulnerable.
  • Es curioso también la creencia generalizada de la sociedad antigua con respecto al hecho de que todo giraba en torno a la voluntad de los dioses, lo cuáles podían beneficiarles si estaban de acuerdo con ellos, o bien perjudicarles si fuera al contrario.
  • Otro aspecto interesante, es el escaso sentimiento de unidad que existía en las polis griegas de la época, hecho que se aprecia muy bien en el momento en el que se instalan los persas en Maratón, ya que los atenienses tendrán que enfrentarse a ellos práctiacmente solos, recibiendo un pequeño apoyo de la polis de Platea.
  • Otra idea a destacar es la situación que plantea la propia Batalla de Maratón, donde vemos que no era un enfrentamiento únicamente entre dos ejércitos, sino también entre dos maneras de ver la vida de la época, de actuar, de pensar, en definitiva, entre dos mundo que chocaban entre sí.
  • Finalmente, no me gustaría acabar sin dejar constancia del origen del nombre de la Batalla de Maratón, ya que viene dado por la distancia que recorrió Filípides.

Desarrollo de la guerra

El gran Rey Darío I, tras el trato dado a su embajadores por atenienses y espartanos, decide organizar una expedición de castigo contra Eretria, en la isla de Eubea, y Atenas. Para ello, en el 490 a. C. y en la costa sur de Asia Menor, lejos del alcance de los barcos helenos, arma una flota en la que embarca unos 25.000 hombres. De ellos 10.000 son de caballería, la principal arma persa, Imperio donde las distancias son enormes y la rapidez es fundamental. Por otra parte, los pastos son abundantes, lo que en modo alguno sucede en la Hélade. Los griegos no tienen caballería. Tampoco emplean arqueros, ellos se manejan con los hoplitas. El resto del ejército persa eran infantería. El ejército lo manda Artafernes, sobrino de Darío. Como segundo al mando, el noble Datis, al cargo de la caballería. Acompañaba a los persas un traidor griego, Hipías. Había sido tirano de Atenas y había sido desterrado hacía no mucho. Todavía tenía partidarios en la ciudad de Atenas y se había unido a los persas, esperando recuperar el trono de la ciudad que lo había rechazado.


Expedición de Darío I
La flota persa desembarca en la isla de Eubea, sitia Eretria, que había contribuido con 5 naves a la revuelta jonia, y la toma, tras 7 días de sitio. Desde Eretria, y deseando castigar la insolencia ateniense, desembarcan el ejército en la llanura pantanosa de Maratón, por indicación de Hipías. Una pequeña península protege a los barcos (un pantano), a los guerreros que desembarcan y el lugar se encuentra a 42 kilómetros al noreste de Atenas. La llanura de Maratón, protegida por un pantano, era el lugar desde el que amenazar a Atenas y obligar a luchar a los atenienses en una zona propicia a la caballería persa.
Los persas se instalan en la llanura, esperando celebrar allí la batalla y poder usar su caballería contra los griegos. Los atenienses, al conocer el ataque sobre Eretria, piden ayuda a los espartanos. Éstos dicen que ayudarán, pero que antes tienen que realizar los actos rituales que preceden a la marcha a la guerra de los suyos. Estos rituales les impedirán llegar a tiempo a Maraton. Cuando el ejército espartano llegue a Atenas, camino del norte, la victoria ya será historia; reciente, pero historia.
Es así como los atenienses, con la ayuda de 600 hoplitas de la vecina Platea, se preparan para hacer frente al ejército persa. Los griegos alinean 10.000 hoplitas, frente a los 25.000 efectivos, entre caballería e infantería, de los persas. Los atenienses no tienen prisa por atacar, esperando la llegada de los refuerzos espartanos. Además, carecen de caballería y podrían ser tomados por los flancos o por la retaguardia y suceder lo peor. Los persas tampoco tienen prisa por celebrar la batalla, pues esperan que los partidarios de Hipías, al conocer la proximidad de su líder, les rindieran al ciudad, desprotegida de sus principales huestes. No obstante, hay que decir que la mayor parte de los griegos, salvo los espartanos, nunca enviaban a la guerra sino a la mitad de sus hombres. Las tareas de la tierra tenía también sus necesidades, y la propagación de la especie.
Pero pasan los días y nada sucede. De modo que los generales persas deciden pasar a la acción. Y toman una decisión equivocada: dividir el ejército. Datis, con la caballería, embarca sigilosamente de noche, esperando dirigirse a Atenas, sitiarla y que las puertas de la ciudad se les abran. Si no sucede así, pueden atacar a los griegos por la espalda, pues estarían los griegos entre dos fuegos. Saben que con la división corren un riesgo, y por eso lo hacen de noche y procurando que la maniobra pase desapercibida. El campamento griego está al otro lado de la colina y desde él no se domina la playa.
Pero si los persas cuentan con la ayuda de un traidor, Hipías, los atenienses no van a ser menos: varios soldados dorios, que militaban en el ejército persa, al conocer el embarque de la caballería, abandonan al Darío I, se pasan al bando heleno y cuentan apresuradamente a sus estrategas que los persas se han quedado sin caballería y que pretenden sitiar y tomar Atenas. Ante estas noticias, los generales atenienses, con Milcíades, político principal del momento, deciden atacar a la infantería persa de inmediato. Si logran una victoria rápida todavía pueden regresar a Atenas, antes de que los persas la sitien formalmente, y avisar para que la ciudad en modo alguno se rinda ante los persas.
Al ejército ateniense lo manda su estratego, Calímaco, que morirá en la batalla. Las falanges de hoplitas formaban normalmente un rectángulo de 8 filas de fondo y avanzaban en formación hasta el contacto con el enemigo, esforzándose en mantener esa formación durante toda la batalla, en la que los hombres de las filas extremas se esforzaban en herir con su lanza al enemigo más cercano. La formación en bloques de guerreros codo con codo tenía la virtud de que las bajas eran muy inferiores que en una lucha cuerpo a cuerpo. Los griegos eran muy conscientes de que eran un pueblo corto en número y llegaron a amoldar su forma de conducir la guerra a la política de minimizar las bajas. La falange actuaba como un solo hombre y avanzaba o retrocedía sin perder su formación.
En caso de lucha entre dos ciudades, la lucha de formación contra formación continuaba hasta que la que había perdido más hoplitas terminaba por romperse y debía huir, pues la otra se hacía dueña del terreno, ya que individualmente no era posible luchar contra una formación en falange. La ciudad perdedora perdía el acceso a su terreno de cultivo y debía proponer la paz con condiciones ventajosas para los vencedores. Con las bajas habidas, otro enfrentamiento de falanges estaba condenado a un nuevo y más trágico fracaso.
En tales condiciones bélicas, el escudo formaba parte principal del arma del hoplita. Perder el escudo en la batalla era considerado un delito, penado con la muerte, porque quedaba desprotegido el que lo llevaba y en consecuenci también el compañero de la izquierda. No tenía la misma gravedad perder la lanza o la espada.
El mayor número de los persas y lo ancho de la playa donde se iba a librar la batalla decidió a Calímaco, el estratego ateniense, a colocar sólo tres filas en el centro, mientras mantenía las 8 filas habituales en las alas de la formación. Por su parte, Artafernes coloco las mejores tropas, las más cercanas al poder imperial, en el centro, y las menos preparadas en las alas. El menú estaba servido.
El centro persa aguantó el choque del centro griego y aún le hizo retroceder, estando formado por los mejores soldados de la formación persa. No obstante, la superioridad griega fue patente en las alas, que cedieron ante el empuje de los hoplitas. Las alas persas se deshicieron y emprendieron la huída a los botes, que estaban apostados en la playa. Los vencedores griegos volvieron entonces sus armas contra el centro persa, que estaba propinando una buena paliza a su parte central. Los persas se vieron cogidos entre dos fuegos, llegando así el desastre y la posterior huida general.

El balance de Maratón se saldó con entre 6.400 y 6.700 muertos en el ejército persa, frente a sólo 192 hoplitas muertos entre los atenienses, entre ellos, Calímaco. Sin perder demasiado tiempo, el ejército ateniense se dirigió a su ciudad, amenazada aún por la caballería persa. Mandaron, cuenta la leyenda, a un corredor para que se adelantara y llevara la buena noticia a su ciudad. Es posible que tal cosa hicieran, era lo lógico: el mensajero cubrió los 40 kilómetros, dio la buena noticia y la leyenda comienza cuando nos dice que cayó muerto de cansancio en el momento siguiente. Era un digno broche a la heroicidad ateniense mostrada ante el enemigo.
Datis y sus caballeros pusieron pies en polvorosa, pues nada podían hacer por cumplimentar los deseos de Darío I. Las consecuencias de esta fugaz guerra serán importantes y positivas para Atenas, que se va a convertir en la polis líder del mundo heleno durante unos decenios. Pero faltan aún las mejores episodios bélicos. Porque si a Darío I le quedan pocos años de vida y este incidente no le quebranta demasiado, a su hijo Jerjes la derrota de Maraton le resultará una espina clavada y llegará a organizar un imponente ejército, no ya para castigar insolencias, sino para conquistar y adueñarse de la propia Grecia.