domingo, 3 de febrero de 2008

¡Victoria y Trofeos!

Los generales de las legiones romanas en ocasiones recompensaban a sus soldados con coronas que se realizaban en ceremonias solemnes con ocasión de la entrada triunfal que se hacía en Roma después de ganar una importante batalla.
La más valorada de esta clase de coronas era la de césped conocida con el nombre de corona gramínica, que se otorgaba al combatiente que había salvado al ejercito de algún peligro o a un ciudad sitiada en cuyo caso se denominaba obsidional que representaba el suelo ganado por las armas, la conquista del territorio.
La corona cívica era la más preciosa después de la anterior y se daba aquel que había arrancado del enemigo a un ciudadano romano a condición que el salvador fuera también romano. Primeramente se hacía de carrasca y después de la encina consagrada a
Júpiter y los que la merecían quedaban autorizados de llevarlas toda la vida y honraba a su persona, a su familia y a la posteridad.
La corona mural que desde siempre fue de oro y estaba almenada la concedía el general de las legiones romanas al guerrero que primeramente saltase una fortaleza defendida por el enemigo.
La corona castrense se concedía al que durante la lucha fuera el primero en entrar en el campo enemigo.
La corona naval se daba el primero en abordar un buque enemigo.
También decir que los romanos solían representar con una corona la
Victoria y también con una palma, emblemas del premio destinado a los triunfadores y asimismo la representaron los antiguos inscribiendo el nombre del triunfo en un escudo. La Victoria fue un amigo fiel de las guerras en que lucharon las legiones romanas y conservaron la tradición griega de la Niké y en el Palatino se adoraba a una diosa de la Victoria. Postumio en el 294 a. C. construyó otro templo a la Victoria y en el Capitolio fue erigido una serie de Victorias todas ellas modeladas conforme al estilo griego de la diosa y que fueron ofrecidos a Roma por los triunfadores romanos o por reyes extranjeros.
No tardaron en establecerse Juegos en honor de la Victoria para perpetuar el recuerdo de algunas batallas como la del 27 de Octubre de P. Colina y la del 20 de Julio por la Batalla de Farsalia. Tras la Batalla de Actium Augusto dedicó una estatua a la diosa más una imagen en bronce dorado en la Curia Julia que tuvieron culto especial en los funerales de Augusto y se la nombró protectora del Senado. Se hicieron también monumentos especiales a perpetuar el recuerdo de algunas victorias y la Diosa aparece en monedas, Trofeos y Arcos de Triunfo y se la representaba también en un carro, volando, sentada y con una palma en la mano.
Juntamente con la adoración a Virtus o Victoria, Honor era la personificación del Honor en Roma como un caballero joven coronado de laurel pues se entendía que ésta era la recompensa de aquella y el primero dedicado al Honor fue en la Puerta Latina en el 233 a. C. También se construían monumentos para perpetuar los grandes hechos militares de la legión romana y aparecían bustos con las dos divinidades citadas la Victoria y el Honor.
Con ocasión de estas victorias alcanzadas y más tarde de los Triunfos celebrados en Roma se erigieron muchos Trofeos que fueron:
Permanentes verdaderos monumentos levantados en el teatro mismo de la batalla ganada y victoria por tanto conseguida y si había sido conseguida en combate naval levantada en la punta de tierra más inmediata al lugar del suceso.
Provisional para figurar solamente en la fiesta del Triunfo de Roma.
Primitivamente se ataba a un tronco de árbol y suspendiendo de sus ramas algunas armas pertenecientes al vencido. Posteriormente obras de arte en mármol o bronce destinadas a perpetuar el recuerdo de la Victoria en la que había sido el campo de batalla.

Los romanos no obstante preferían a los Trofeos provisionales levantados en el entusiasmo de la Victoria los monumentos que perpetuaban en Bajo-Relieve los hechos de armas de sus legiones y de sus generales y entre estos Relieves figuran los trofeos de Armas y normalmente en el centro de estos monumentos un tronco de árbol cubierto con una coraza coronado por un casco y con una espada y un escudo y ponían al pie del tronco despojos de todo género, donde colocaban una Victoria.
De las disposiciones artísticas de esta clase de Trofeos dan cuenta lo siguiente:
Los relieves de los Arcos triunfales como el de Orange
Relieves que decoran algunas armas y monedas como las acuñadas por el emperador Tito con la inscripción IUDAEA CAPTA tras su conquista de Judea.
Piedras grabadas
Trofeo de piedras que decoran edificios públicos como los trofeos llamados de Mario balaustrado del Palacio de la Conservación de Roma y perteneciente a la época del emperador Trajano.


En España Pompeyo Magno hizo erigir en las cumbres de los Pirineos trofeos cuando terminó la guerra pretoriana con la victoria sobre el ejercito de Mario Perpena y las destrucciones de las heroicas ciudades de Osma y Calahorra. Salustsio, Estrabón y Plinio el Mayor hablan de dichos Trofeos cuya inscripción votiva decía que Pompeyo había subyugado 876 ciudades desde los Alpes hasta los límites de la España Ulterior. No existe rastro alguno de este Trofeo que probablemente contendría, ya que no los nombres de dichas ciudades ya que como observa un erudito llamado Hurner no parece verosímil una lista de las gestas ibéricas entonces vencidas como más tarde hizo Augusto respecto de las gentes de los Alpes en el Trofeo que levantó a consecuencia de la victoria alcanzada sobre ellos.
También decir que a Roma fueron a parar tesoros de todas las partes llevadas por generales que volvían victoriosos de tierras extrañas y la exhibición de tales riquezas era uno de los atractivos de los famosos Triunfos y en el de Tito, uno de los principales Tesoros fue el del
Templo de Jerusalén, juntándose por tanto en Roma las piezas más preciadas de Cartago, Illiria, Grecia, Galia, Iberia, Egipto, Siria, Palestina, Armenia, Persia, Germania, Dacia, Partia y de los Escitas.

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